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lunes, 16 de octubre de 2006

Pruebas de la evolución y su registro molecular

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Aprovechando que el próximo día 20 se va a celebrar una conferencia crítica en Barcelona sobre Diseño Inteligente y Evolución me hago eco aquí de una entrada muy interesante vista en Menéame, en la que el autor nos acerca las bases de la Biología Molecular, la más recientes y expansiva de las disciplinas biológicas, que ha confirmado de manera contundente la evolución y muchos detalles de su historia:


Cito:

Los estudios moleculares tienen ventajas notables sobre la anatomía comprada (el registro fósil) y otras disciplinas clásicas:
1. La información es más fácil de cuantificar: el número de elementos diferentes puede ser exactamente determinado comparando las cadenas de ADN o de proteína entre dos especies.

2. Es posible hacer comparaciones entre individuos muy diversos. La anatomía comprada es totalmente inadecuada para determinar el grado de diferenciación entre especies tan diferentes como una levadura, un madroño y una liebre, pero es perfectamente posible medir sus diferencias en una molécula determinada, como el citocromo c.

3. El número de características que se puede comparar es casi ilimitado. Una persona tiene 3.000 millones de nucleótidos en el genoma, que pueden constituir entre 30.000 y 100.000 genes diferentes. Basta estudiar un número grande de genes para llegar a conclusiones más precisas.

El artículo me parece completísimo, tras una larga introducción histórica, pasa a comentar las diferentes teorías que componen la Teoría de la Evolución (el concepto de mutación genética, el equilibrio puntuado - recientemente confirmado -, el gen egoísta, genética de poblaciones), para finalizar con una exposición de la evolución desde el punto de vista de la biología molecular.

El 15 de Febrero del 2.001, en Nature, y el 16 del mismo mes, en Science, se publicaba la secuencia "casi" definitiva de otro genoma, pero esta vez más importante: el humano, aunque no secuenciado al cien por cien. Confirma lo que ya se sospechaba últimamente: que nuestro genoma es mucho más sencillo cuantitativamente de lo que nuestra soberbia puede soportar. Sólo 30.000 genes poseen los núcleos de nuestras células (los últimos datos apuntan unos 50.000), y no hace más de un año aún se especulaba con que serían 80.000. Resultan ser no muchos más que los de una mosca del vinagre y apenas 11.000 más que los del Caenorhabditis elegans. Somos menos de lo que pensábamos. ¿O no?

Desde un punto de vista evolutivo, ya se sabe que poseemos fragmentos de genoma vírico en nuestro ADN y que, al menos, 223 proteínas que sintetizamos... lo hacemos mediante genes que también poseen las bacterias, transferidos a nuestro genomoa a través de otras especies o directamente de los virus y bacterias.
No hay mucho más que añadir a la exposición, muy divulgativa aunque puede ser algo complicada para los que no estén familiarizados con los términos genéticos. Por eso, si alguien tiene cualquier duda, no dudéis en planteársela al autor o aquí, es un tema precioso (pasar el día rodeada de kits Qiagen, provoca este tipo de degeneraciones en el gusto, qué se le va hacer).


Como decía, hace pocas semanas, la teoría evolutiva del equilibrio puntuado, introducida a principios de los años 60 por Thomas Henry Huxley, ha sido confirmada mediante un estudio publicado en Science:
Large punctuational contribution of speciation to evolutionary divergence at the Molecular Level
Mark Pagel, Chris Venditti, Andrew Meade
Science 6 (2006): 314, 119 - 121
Pagel atribuye estas explosiones de cambio genético no a la selección natural, sino a un fenómeno denominado deriva genética, en la que algunos cambios terminan siendo incorporados al genoma incluso si no aportan un beneficio adaptativo inmediato al individuo.


Por otro lado, en EE.UU. la Asociación Americana para el progreso de la ciencia (AAAS), máxima representación de la comunidad científica estadounidense, ha puesto en circulación una obra para explicar la teoría evolutiva, sus revisiones de los últimos años, y cómo puede ser explicada a alumnos religiosos para evitar el conflicto que frecuentemente surge en el mundo académico entre la religión y la explicación científica de cómo han evolucionado las especies terrestres.

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