
Es el caso de uno de los estandartes de la lucha contra el cáncer, el Taxol® (paclitaxel), muy eficaz en los tumores de ovario, seno y pulmones. Ha visto como su demanda aumentaba de forma exponencial desde que se empezara a comercializar en 1990. Pero esta sustancia es muy escasa. Para obtener 1g de Taxol® se necesitan 10 kg de corteza de tejo del Pacífico; es decir, hay que sacrificar 6 árboles para tratar a un único paciente.
Por eso, desde hace algunos años para satisfacer la demanda mundial, los químicos obtienen una sustancia similar al Taxol®, de las hojas del tejo, mucho más abundantes y remplazables: el Taxotere®, sin embargo su obtención también es larga y costosa. Además del tejo, otras plantas, más o menos raras, contienen sustancias fetiche para la industria farmacéutica como el edelweis, la ruda, la datura o la rubia; como anestésicos o antitumorales.

Para extraerlos, lo que se suele hacer es desecar la materia prima y utilizar disolventes. Pero esto tiene el inconveniente de que hay que arrancar toda la planta. Por otro lado, fabricar estas moléculas desde cero es extremadamente caro. Por esta razón, desde hace algunos años, la investigación se oriente hacia técnicas más económicas como la utiliación de células y órganos vegetales in vitro. Se cultivan raíces por ejemplo, en un biorreactor. Con este método, sin ir más lejos un equipo chino ha conseguido multiplicar por quince el rendimiento de la Salvia miltiorrhiza. Sin embargo, la infraestructura de estos biorreactores es muy cara, sobre todo a nivel industrial.

En primer lugar la planta debe crecer en un medio líquido (hidropónico), una técnica muy usada en otras plantas como los tomates y los pepinos. Las raíces están sumergidas en el agua, y a intervalos regulares se añade una solución nutritiva a base de sales minerales. Las ventajas: se pueden dosificar los nutrientes de la planta con precisión y se evitan las infecciones del crecimiento en tierra.
A continuación lo que hay que hacer es estimular la producción de metabolitos secundarios. El truco es simular el ataque de un parásito. Para ello los ingenieros introducen en la solución nutritiva un extracto de insectos o de hongos patógenos. Estos estimulantes se llaman elicitores y son conocidos desde hace tiempo en los cultivos de órganos vegetales in vitro, pues multiplican por seis la producción de estas moléculas útiles.
Los metabolitos secundarios fabricados se almacenan en los tejidos de las raíces, sobre todo la epidermis. Pero una pequeña parte escapa al medio de cultivo, donde vamos a recogerlos. Para estimular esta liberación, los científicos añaden sustancias que aumentan la permeabilidad de las raíces, agentes tensioactivos que rompen las membranas celulares. Y sólo queda el ordeño. Para aumentar la cantidad de metabolitos en el medio de cultivo, éste se sustituye poco a poco por agua pura, de manera que las sustancias de la raíz vayan saliendo por osmosis.
Para terminar, hay separar la molécula que nos interesa del cóctel de sustancias. Para ello se utilizan técnicas de purificación bien conocidas por los químicos, como los ELISAs (si disponen de anticuerpos) o las cromatografías.

Una buena noticia, pues si la técnica funciona bien en el tejo, con unos cuantos invernaderos podriamos satisfacer la demanda anual de Taxol® en el mundo, lo que además disminuiría considerablemente su elevado precio.
Soñar es gratis, ¿no creen?
Más información | Des plantes à traireHairy root research: recent scenario and exciting prospects
S. Guillon et al.
Current Opinion in Plant Biology, 9, 1. 2007
Hydroponic combined with natural or forced root permeabilization: a promising technique for plant secondary metabolite production
E. Gontier et al.
Science, 163, 723, 2002

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