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viernes, 6 de octubre de 2006

La justicia siempre estuvo allí...

Eng

... en el cerebro.


Según acaba de publicar Science, Ernst Fehr y sus colaboradores han dado un paso más en el estudio del sentimiento de justicia y los comportamientos que ocasiona en el ser humano. Se ha localizado la capacidad de hacer justicia en un área concreta del cerebro.

Pero antes de hablar de tan interesante descubrimiento, vamos a hacer un resumen de algunos de los avances que se han ido produciendo en este campo. Desde establecer que el sentimiento de justicia es innato en el ser humano, así como el castigo. Hasta creer que además son sentimientos exclusivos al Homo sapiens; aunque no así el altruísmo...

- Ya no quero más - dice Luisito, de 3 años, dejando la bola de caramelos a un lado. Ya se ha comido todos los que le apetecían, y ahora está lleno.
Su hermana mayor Enma, estaba atenta:
- Entonces, ¿puedo yo…?
- ¡NO! - Dice, el niño, cogiendo la bolsa rápidamente y metiéndose los caramelos en la boca. Todos.

Esta pelea cotidiana entre niños demuestra que tanto la envidia, como la maldad se establecen pronto en el ser humano. Y estos sentimientos llegan a su punto culminante cuando un ser humano es capaz de alegrarse por el sufrimiento de otro: el niño sabe que tantos caramelos le pueden sentar mal o que le pueden castigar, sin embargo es capaz de comérselos todos si con ello puede jugarle una mala pasada a su hermana.

***

¿QUIÉN?

Para saber si el ser humano era el único animal capaz de actuar con maldad, Keith Jensen realizó el siguiente estudio con chimpancés:
Construyó un aparato con dos cuerdas y dos mesas rodantes, cada una con un plátano. Cuando un mono tiraba de la cuerda izquierda desde detrás de un cristal, una bandeja con trocitos de plátano se acercaba al animal. Si elegía, en cambio, la cuerda derecha, su vecino también podía alcanzar las delicias.
Una persona habría tirado de la cuerda izquierda para no dejar nada al otro, o asegurarse que al menos él tendría sustento. El mono no lo hizo, tiró dos veces de la izquierda pero acto seguido comenzó a tirar también de la derecha. No hay envidia, pero tampoco generosidad, lo importante es comer. Nada más.


***

¿POR QUÉ?

Pero no sólo hay maldad, el hombre también castiga a aquellos individuos que considera que le han sido desleales o delinquido contra una él o la sociedad. Sin embargo, la explicación del castigo o la justicia en términos evolutivos no es sencilla. La justicia no parece que suponga ninguna ventaja reproductiva, ya que en muchas ocasiones, como hemos visto, el propio “juez” sale perjudicado de la situación. Neurobiólogos, científicos de la evolución y economistas, se han preguntado si la justicia es un producto de la evolución, llegando a interesantes conclusiones.

Tania Singer y sus colegas de la University College de Londres publicaron en Science el siguiente experimento sobre la empatía por el dolor de otra persona:
Propusieron un juego de colaboración. En el grupo había dos topos: dos actores, uno como un aprovechado desconsiderado, el otro un buen hombre cooperativo. Al final los científicos castigaron a los dos jugadores ante los ojos de los demás participantes con leves shocks eléctricos en las manos; un dolor parecido al de una picadura de abeja.

Con técnicas de imagen, Singer midió las reacciones en los cerebros del público. Cuando castigaron al prójimo amable, las neuronas de los espectadores señalaron pena. Diferente fue sin embargo la reacción de los participantes cuando la sanción cayó sobre el hombre “malo”. Las células neuronales en el centro cerebral, sobre todo de los hombres, se activaron. Sintieron una especie de recompensa. Al parecer, disfrutaron el castigo.
¿Por qué no se alegraron las mujeres? Esta reacción distinta se debe al hecho de que el castigo fue físico, “Encontramos indicaciones a que las mujeres prefieren sancionar las violaciones de normas con castigos, por ejemplo, en forma de multas. Los hombres, en cambio, sienten más bien el impulso de agredir físicamente al otro por actuar injustamente”.


***
¿CUÁNDO?

¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar por castigar una injusticia? Incluso a perjudicarnos, inconscientemente claro. Esto fue estudiado por el grupo de investigadores de la Universidad de Zurich, liderados por el economista Ernst Fehr. Pusieron a punto un juego llamado “Ultimátum”, en el que se estudió el poder de la vileza. Los resultados fueron publicados en la revista Science:
Organizaron un grupo en parejas que no se conocían entre sí y le dieron 20 dólares a uno de los miembros de la pareja. Las reglas eran simples: podía ceder una parte del total, la que quisiera, a su compañero de juego haciéndole una oferta. Si el otro aceptaba la propuesta, los dos se podían quedar con su parte del dinero. Si por el contrario, al compañero no le parecía suficiente la oferta, lo rechazaba, y ninguno de los dos recibiría nada.

En términos económicos, el segundo miembro nunca debería rechazar la oferta, aunque fuera pequeña, pues es la única forma de conseguir beneficio seguro.

La mayoría de las ofertas fueron por la mitad del dinero. Sin embargo, cuando fueron menores, la gran mayoría rechazaron ofendidos la proposición, incluso si eso suponía no conseguir nada. Claro que... su compañero tampoco.
Keith Jensen lo explica. “Se rechaza sólo por castigar al otro, por su avaricia”.
En las rondas siguientes, después de perder varias veces todo el dinero, los más avaros daban al menos un dólar más. Con ello se afianzaba más el sentimiento de los primeros ofendidos: no se sentían la maldad de negars el dinero al otro o el perjuicio a sí mismos, sino como unos bienhechores, habían dado una lección.
Para los investigadores aquí nacería la idea de maldad: los que no tenían el dinero sentían que habían hecho justicia, educado al otro por su deslealtad. Es lo que llamaron “castigo altruista”. La mayoría rechazó el dinero, la idea de los participantes era entonces educar a los “jugadores injustos” para lograr un espíritu cívico, crear normas justas para todos, pese a la desventaja inmediata.
Detrimental effects of sanctions on human altruism
Ernst Fehr y Bettina Rockenbach
Nature 422, 137-140(2003)
Prevalece la idea de castigar la deslealtad y establecer justicia, por encima del daño al otro, que incluso es motivo de placer.

Y según Fehr, esto mismo sucede en todo tipo de sociedades. El Homo sapiens se integra en el espíritu cívico común y coopera , de forma que todo salga bien. Con este principio se hacen guerras, se construyen casas y se establece el comercio mundial. “Esta capacidad es absolutamente fundamental para el ser humano”, acota, “y su capacidad cooperativa es única”. Esto lo diferencia del animal como ninguna otra característica.

Esto además da lugar al concepto de "reciprocidad" que estableció Fehr en economía, como una actitud mental de los sujetos por la cual se justifica el sacrificio de recursos materiales para responder con con un desaire a un desaire recibido, pero también, con un favor a un favor recibido. Es decir, el agradecimiento o la venganza. Demostró que la reciprocidad como norma social condiciona sistemáticamente el comportamiento de muchas personas y termina siendo una regla capaz de promover relaciones de colaboración.

Estas teorías pusieron en duda la base del paradigma del Homo oeconomicus, donde las actitudes son movidas exclusivamente por los intereses personales. Parece, por el contrario, que el altruismo es innato:
The nature of human altruism
Ernst Fehr y Urs Fischbacher
Nature, 25 (2003)

y se manifiesta también en otros primates. La venganza también se analizó más de cerca en otro estudio publicado igualmente por Fehr en Science.

***

Y POR FIN, ¿DÓNDE?

Anteriormente, se había observado por imaginería cerebral, usando este juego del Ultimátum que la corteza prefrontal dorsolateral (DLPFC) se activaba cuando los sujetos se enfrentaban a proposiciones injustas y tenían que decidir qué hacer. Los investigadores sugirieron que de alguna manera esta región suprimía nuestro sentimiento de traición.

Sin embargo ahora, Fehr ha llegado a la conclusión contraria: esta región suprime nuestra tendencia natural a actuar en nuestro propio interés.

Para ello usaron una técnica de estimulación magnética transcraneal (rTMS) que producía pequeñas descargas que anulaban la actividad en la DLPFC. Esta vez, los individuos estuvieron mucho más dispuestos a aceptar el dinero, aunque la oferta fuera baja.

Los investigadores han descubierto que la zona derecha de esta parte de la corteza, y no la izquierda, es fundamental para que las personas puedan ser capaces de castigar al compañero de juego de esta manera (negándole el dinero a él también). "Su actividad es crucial para anular el beneficio propio. Cuando esta región está inactiva, las personas siguen siendo conscientes de que la oferta no es justa, pero no quieren castigar esta pequeña traición. ¿Se trataría del centro de la moral?" Se pregunta Fehr.

"Evidentemente, en la vida de cada persona es muy importante el interés por sí mismo, sin embargo el sentimiento de justicia es fundamental para la gran mayoría de nosotros." En otras palabras, esta sería la región del cerebro que se plantearía las dudas morales, dice Herb Gintis, economista de la Universidad de Massachusetts. "Participa en la comparación entre coste y beneficio de lo material en términos de justicia".

El psicólogo Laurie Santos, de la Universidad de Yale, añade que "esta forma de rencor es una pieza más del puzzle de la evolución, de la que encontramos pocos ejemplos en el reino animal. "Este nuevo hallazgo es realmente emocionante", dice Santos, "pues la DLPFC sólo está desarrollada en humanos y podría explicar por qué este tipo de comportamientos son exclusivos de nuestra especie".

Fehr añade que esta investigación tiene implicaciones interesantes en cómo tratamos a nuestros niós cuando se ofenden. "Esta región cerebral madura tarde, esto explicaría por qué los adolescentes están menos dispuestos a obedecer las normas que los adultos." Y precisamente, los sistemas judiciales tienen en cuanta estas diferencias, para los menores de 16 o 18 según las leyes. Este área alcanza su completa madurez a los 20-22 años.
Diminishing reciprocal fairness by disrupting the right prefrontal cortex
Ernst Fehr et Al.
Science DOI: 10.1126/science.1129156 (2006)

:: Fuente: New Scientist ::

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"...Evidentemente, en la vida de cada persona es muy importante el interés por sí mismo, sin embargo el sentimiento de justicia es fundamental para la gran mayoría de nosotros."

Es de suponer que el sentimiento de justicia está condicionado por la genética o por la educación de la persona. O eso, o los que realmente deciden son unos rara avis de cuidado.

Agar dijo...

Acabo de ver esta viñeta respecto a lo que comentas :)

Y sí, o genética o ambiente, no hay mucho más. Pragmáticos que somos.

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